La sombra se desplaza por la ciudad,

muere el Sol.

Acero y hormigón mezclan sus raíces

haciendo sonar las vías del tren.

No recuerdo las primeras fotos.

Quizás, sea el sonido del obturador el que me da tanto respeto

y me produzca amnesia visual.

Camino.

Doblo la esquina sin rumbo fijo.

Open for business.

Tatuado en el interior de su muslo.

Sus nobles ojos ocultan un pasado gris,

plomizo. . . de tormenta.

La ciudad no deja que te lleves su alma,

tienes que trabajarte donde quieres transportarla.

Creo que ahora la comprendo mejor:

o la dominas o tendrás que enfrentarte a ella.

Un nuevo rival

y ella está encantada. Tú no serás

ni el primero ni el último.

No se que habrá detrás de la siguiente esquina.

Siempre inmortalizo mi espalda.

Camino entre la nieve.

Piso entre los raíles de un antiguo camino ferroviario.

No se muy bien que hay debajo de toda esta nieve.

Me mojo los pies.

Intento no mirar hacia atrás,

sé que la ciudad me observa,

no quiere cobardes que la retraten.

Su sonido te congela la mirada

en cada instante,

en cada lugar,

en cada palabra.

Mis puentes dorados se deshacen al Sol.

Sus habitantes se enfrían,

como sus calles,

como sus días de invierno.

Narradores de historias que se pueden velar.

En cada paso que das,

sabes que se apunta el desgaste de tus botas.

Sigo sin rumbo fijo,

doblo la siguiente esquina y … ¡bingo!

Hago fotos.

Intento reforzar mis pasos por cada esquina que doblo.

Desde la ventana del tren,

la silueta de mi arquitectura me despide somnolienta,

gris,

fría.

No quiero confiarme.

Solo pretendo mantener la distancia,

no sea que al final del día

tenga que rendir cuentas.

Hace frío,

el viento se cuela en la ciudad sin preguntar.

Impediré que el viento salga.

UR

Chicago 2008-2013