La metáfora es parte de lo que se mitifica en este conjunto de fotografías, un muestrario de imágenes que narra una realidad oculta, un camino hacia un lugar “donde los mitos no solo son personas, sino también lugares y objetos”.

Una cara del sexo ajena al autor, en la que actúa como narrador y en el que el final buscado por el artista es siempre el mismo, un instante de sensibilidad visual.

Un ejercicio puro de narración, escribiendo lo que siente en cada momento y describiendo lo que escribe en cada imagen, consiguiendo de esta manera, inquietar sin ser explícito para fotografiar lo que no está, lo que falta.

 

Se que es la hora, por eso no opongo resistencia.

Tu negra tinta tiñe mis sueños

regados

de tu fragancia de morfina.

UR

 

Esa ausencia, ese silencio que se produce en algo tan cercano como las relaciones personales es la locución narrativa que busca el autor.

En Fragancia de Morfina se produce un aumento de la tensión narrativa.

Esta tensión se observa en la forma de acercarse a los personajes, anónimos, muchos de ellos sin condición sexual definida, que se ausentan de las normas establecidas y ofrecen un infinito campo interpretativo, situándose de forma natural en el plano de lo tangible.

Un teatro silencioso en el que el “momento” fotográfico se aproxima a la magia de la literatura, llevando al espectador a crear su propia composición descriptiva de cada historia, de cada momento, de cada sensación.